sábado, 2 de mayo de 2015

Volveremos y seremos entradas de blog

Hace mucho tiempo que no tiro lineas en el blog. No por falta de tiempo, sino por falta de ganas, capaz. En esta oportunidad comparto un poema de un poeta Argentino que merece completamente su lectura. Lo descubrí hace ya casi un año, y como es de esperarse por error. Es lo bueno de leer por error, uno se divierte más, se equivoca mucho, pero ¿quién me quita lo leído?  
Ahora bien, sin preámbulos absurdos: 

No se si asumir que estoy enfermo 
y si lo estoy, ¿qué debiera hacer? 
¿Estoy enfermo? 
¿O es simple depresión? 
Porque si soy un enfermo debiera 
pedir primero por mi salud. 
Y yo pido alegría 
o mejora en mis ingresos 
jamás salud. 
Ya uso lentes.- 


Vicente Luy
(invertir también es dar la vuelta)

domingo, 28 de diciembre de 2014

Es tan difícil

Muchas veces las películas, como la vida misma, tienen eso que nos hace pensar. Claro, es más fácil si lo vemos en una pantalla. Hoy vuelvo a escribir acá. Quizá sea sólo por aburrimiento y la apatía del mero estar. 


El amor. ¿Cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire? Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida, ¿cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio?- Si no hubiera pasado el tiempo, sentiría que me estás haciendo un reproche. Pero en realidad creo que estás asustado y si estás asustado es porque algo fuerte te está pasando. Casi siempre el error que cometemos, es sólo pensar lo que nos pasa a nosotros, nos parece tan importante eso que sentimos, que nada de lo del otro parece ser tan importante como eso que sentimos, y esa contradicción suele ser trágica.- Si no hubiera pasado el tiempo, pensaría que estás siendo autocrítica.- El error más común que cometemos todos, es querer que el otro sea como queremos que sea y no como es. Y cuando nos damos cuenta del error, a veces es demasiado tarde. Pero no tengas miedo Oli, no es bueno estar solo, uno envejece antes. ¿Quién es ella?- Es una historia complicada...- Pelea, no pienses sólo en recibir cosas... Pensá, ¿qué está ella necesitando de vos? ¿Qué espera que le des vos?- DÓLARES.


domingo, 22 de junio de 2014

El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo eligiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar muy infelices.
Si me dieran a elegir, yo eligiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo eligiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

Juan Gelman


martes, 25 de febrero de 2014

At the End, the end


Por un momento imagínate que estás en tu casa al frente del televisor y de repente una película termina aparecen los créditos, o apagas el televisor, o cambias de canal. Cuando algo termina, no pasa nada. Es sólo el final. Nada más, nada menos. ¿Un nuevo comienzo? ¿Quién sabe? Al final, no hay más que la pantalla en negro, unas letras en blanco que te nombran el reparto, lentamente se encienden las luces de la sala, la gente se empieza a levantar y se va. Unos opinan de la película, otros piensan que van a hacer luego, otros no hablan sólo se van. Así son los finales en la vida, como cuando termina una película en el cine. 

viernes, 10 de enero de 2014

A los queridos lectores



Hoy me topé con un caso singular. En realidad no fue hoy, fecha de publicación, pero juguemos con la imaginación así parezca un post más espontaneo que un refrito de ideas encajonadas. La cuestión es que siempre se dice que los “escritores” quieren ser leídos. Yo no me considero un escritor, ni por mi blog ni por lo que alguno sepa que hago en mi tiempo libre. Es más he debatido hasta el hartazgo con cuanta persona allegada a la literatura me crucé tratando de definir en qué momento uno puede decir que es escritor. No sé cuando es ese momento. Lo que sí sé es que antes de escribir hay que leer. Y de lectores puedo hablar, porque sé que hay diferentes tipos de lectores.

Se puede empezar nombrando a esos que entienden de lo que habla el escritor sin irse muy lejos de lo que pretende. Esos lectores avivados y ansiosos. Son tipos con una visión crítica aguda. Tienen una etiqueta burguesita de críticos de arte, y la llevan porque consumen literatura. Según ellos, tienen la experiencia del lector, el juicio crítico realzado y sobre todas las cosas un “gusto” por la literatura formado. Buscan el fin estético del lenguaje en su expresión como arte, y aunque hablen de estética y arte les cuesta horrores sentir lo que se dice. Lamentablemente muchos de estos sujetos no pueden escaparse de los clásicos. Tienen tanto peso en experiencias que no saben dónde buscar nuevas sensaciones. Es por eso que tienen un lógico desdén por lo nuevo, o lo producido por un autor amateur poco conocido o en algunos casos los llaman menores. Sin embargo los aprecio mucho, por su juicio crítico de lupa y escritorio.

En otra rama, están los lectores menos agraciados. Esos que tienen poca experiencia leyendo cosas, esos que navegan en aguas poco profundas en cuanto a literatura o simplemente la miran desde la costa con un miedo terrible a ahogarse; mojan las patitas primero en un lado, luego en otro. Nunca se zambullen. Más de medio cuerpo en aguas literarias significa un naufragio, muerte segura, ahogo, y abandono del título. Es muy probable que estos lectores no encuentren ni una o dos de las intertextualidades que menciona el autor, y no tengan la más remota idea de imágenes, metáforas o símbolos. Para ellos el leer es tan solo viajar a mundos nuevos y vivir experiencias a través del lenguaje. Este tipo de lectores tilda a los títulos por si les gustaron o no, por las sensaciones que les dejan. Tienen que sentir todo lo que sucede como el sol veraniego, ya que estamos en temporada, en la piel. Tiene que picar, arder, quemar, dejar una marca colorada, permitir el cambio de piel, sufrir cuando se los toca, y disfrutar del bronceado, todo junto. Es imposible no apreciar a estos lectores, ellos sienten los que pocos sin necesidad de irse a lo frío y racional.

Y por último, el lector que todos queremos ser. Ese que es una mezcla de los dos. Poder vivir de la literatura sin tener que estar siempre atentos al pensamiento, la estética, los símbolos, las imágenes, o las metáforas. Sin llevar pesados bolsos con burguesías que sólo leen lo que les dice el folletín que lean o les sugieren las bibliotecarias o en las librerías. ¡No señores! No permitamos ser eso. Pero tampoco seamos aquel que vive temeroso de aguas, que no quiere mojarse la cara, las manos, los pies y el alma con un poema de Pizarnik o que teme leer un cuento de Fontanarosa porque en la literatura no se habla de fútbol. ¡Pura mierda señores! En la literatura se habla, se escucha, se toca, nos tocan y nos tocamos. En literatura se danza y se piensa que se danza, se muere y se vuelve a vivir, hay amores y desamores, risas y lágrimas, golpes bajos y caricias de flor. Está todo junto en el mismo paquete. En fin, la vida misma. 

jueves, 28 de noviembre de 2013

Un bache cualquiera



Esta es la historia de un bache de la calle 25 de Mayo de una ciudad cualquiera en un país cualquiera en donde cualquier lugar tiene su calle 25 de Mayo. Este bache estaba en su lugar de origen impidiendo  el buen transitar todas las mañanas en horario pico. Le encantaban las tardes de lluvia en donde se sentía divertido y alegre al ver pasar las jovencitas en sus uniformes impecables y al menor descuido, si previo aviso, salpicarlas con barro. Reía a carcajadas con su juego. Todos los días de su vida se divertía molestando a las personas hasta que los encargados del mantenimiento de las calles decidieron ponerle fin al asunto. Lo taparon con una gruesa capa de arena y luego el espeso alquitrán. Así, el transito funcionaba con normalidad y las jovencitas no volverían a ser mojadas; y la calle 25 de Mayo de una ciudad cualquiera en un país cualquiera en donde cualquier lugar tiene su calle 25 de Mayo, pasó a ser una calle cualquiera, sin un bache cualquiera. 

martes, 15 de octubre de 2013

A veces

A veces me pregunto quién me acompaña, quien está conmigo en este manicomio, con quien comparto la sala de estar, los pasillos y el patio de juegos. A veces creo que lo único que nos diferencia son nuestras ropas. Con o sin bata blanca, con camisa de fuerza o sin ella, de traje y corbata o con mameluco. Son formas que utilizan para decirnos de cual lado de la reja estamos. Adentro o afuera. No quiero estar adentro, pero le temo a la libertada domesticada de los que están afuera. Sin embargo, a veces me pregunto “¿qué se siente no estar solo?” ¡Ojo! Tampoco quiero estar acompañado, para sentirme solo entre todos. No quiero ser ni abeja, ni hormiga, ni mono, quiero ser un hombre que está al lado de hombres. A veces, no sé, me da por preguntarme. A veces no quiero la respuesta. A veces miro para ver quién me acompaña, quien está conmigo en este manicomio. A veces cierro los ojos, porque no soporto ver tanta soledad entre tantos cuerpos. A veces, sólo a veces.