jueves, 11 de noviembre de 2010

El momento se acerca



El momento se acerca. Él ya lo sabe. Aprieta la empuñadura del arma, el sudor ha humedecido su guante de cuero. Los músculos de la cara están tensos y su mirada está penetrantemente fija en el objetivo. Toma cortos respiros de aire y muy sucesivos, su respiración se agita cómo si con cada bocarada de aire pudiera alargarle la vida un poco más. El aire frío de aquella tarde entraba en su interior en forma de una briza de vida en suspenso y salía expulsado en forma de una helada bruma secando su garganta. El borde izquierdo del peto le molesta al respirar, debe haber sido el golpe que recibió que magulló la armadura, piensa. Su corazón late estruendosamente, puede sentir como la cota de malla golpetea haciendo un pequeño chasquido a causa de los descontrolados latidos. Mientras se esfuerza por acomodar su escudo para el combate. Recordó vagamente el momento en el que fue nombrado caballero por su señor feudal y recibió el escudo con la insignia familiar.
Caminó unos pasos más sobre el campo de batalla dirigiéndose a su oponente, el barro y la hierba húmeda, por la reciente llovizna, dificultaba su paso seguro. El olor a hierba mojada era tan parecido como al que sintió aquella vez que aprendía a esgrimir la espada en el patio de armas del castillo. Un viento helado atravesó el campo de batalla agitando su capa blanquiazul y arremolinando su cabello humedecido por la lluvia y el sudor. Se esforzó por dar unos pasos más y alcanzo la cima de la colina, allí la hierba era más verde y estaba limpia de sangre. En aquel lugar la muerte no estuvo. Al parecer estuvo muy ocupada en otros lugares.
Desde aquel punto se podía observar gran parte del lugar. Las bajas se contaban de a montones. Cadáveres diseminados por todo el campo; flechas, lanzas, y otras armas hacían las veces de lapidas. También estaban aquellos que yacían sin tumba alguna. El horror se dibujo en su rostro. Una pregunta surgió de su perturbada mente. ¿Esa era la gloriosa muerte del guerrero? Y fue seguida por otra más. ¿La vida humana vale lo mismo que la palabra honor? Se cuestionó. Esas eran las preguntas equivocadas en el momento menos propicio.
Ante él estaba la figura desafiante del oponente. Era un hombre grande, pero no lo superaba en altura por mucho. Dada su complexión robusta daba la sensación de estar a punto de estallar la armadura. Llevaba puesta una cota de escamas, algo dañada por los combates recientes. Usaba un hacha de batalla y un escudo armado en su otra mano. El arma parecería haber perdido su color original. Estaba teñida en sangre de los gloriosos muertos en combate. Su escudo por otro lado estaba agrietado y algo dañado. En ese momento supuso que su contrincante usaba ese escudo como arma también, y no tan solo como un artefacto de defensa.
Pelo largo y ondulado, abundante barba y la cicatriz de un corte en su rostro eran los rasgos más sobresalientes. Intento verle a los ojos, pero no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo. Atemorizante, despiadada, y brutal. En esos ojos se encerraba el alma de sus víctimas. ¿Cuántos habrán muerto en manos de ese monstruo? pensó. Se corrigió a si mismo diciendo, bajo el filo de su hacha.
Sabía que tan solo tendría una chance. El destino no le regalaría otra. La sangre del derrotado será bañada en la colina virgen y esta purificará la tierra cuando todo haya acabado. Se vio entrando victorioso por las puertas de la ciudad, escuchaba los vítores clamando su triunfo, el clamor de la multitud, también estaban las banderas de los nobles. Júbilo y alegría. Su mente estaba demasiado inquieta.
Fue entonces que su contrincante inclinó ligeramente sus piernas haciendo un paso hacia adelante quedando así en pose de combate, y golpeó su escudo con el hacha. Seguidamente, arrojo un temible grito incitando al guerrero a la batalla. Él se mostró valiente y tenaz, se perfilo para el combate y arremetió un carga. Intento golpear al enemigo por su costado derecho pero este uso su arma para neutralizar su esfuerzo, luego el bárbaro atacó usando el escudo armado, como lo predijo el espadachín, sin embargo este también falló en su intento ya que el espadachín esperaba con antelación aquel movimiento.
En milésimas de segundos se rompe el enfrentamiento. Ambos se separan haciéndose unos metros hacia atrás para planear su siguiente movimiento. El imponente bárbaro, sin embargo, no tardo demasiado en meditar y volvió a atacar pero esta vez con su hacha. Intentó asestar un feroz golpe que el guerrero lo desvió con su espada.
Ágilmente, el guerrero tomo la oportunidad para dañar al enemigo intentando golpear su torso completamente desprotegido. Sin embargo su contrincante se percató del movimiento y bloqueó el intento, desviando el arma; para su desgracia no logró salir ileso, ya que recibió un corte en su pierna izquierda.
Aprovechando la oportunidad el guerrero giró sobre su izquierda y volvió a atacar. Su oponente, debilitado pero no inutilizado logra bloquear el golpe, esta vez sí, con facilidad; seguidamente lo contra ataca con su hacha dando un golpe brutal sobre el escudo del guerrero. Logra así partirlo y empuja al guerrero unos metros hacia atrás derribándolo.
Lucha por volver a estar en pie, pero su brazo izquierdo parece estar quebrado; siente la tibia sangre correr por dentro de su armadura. Su mano tiembla tímidamente. Con un gran esfuerzo coloca su brazo sobre el pecho y logra ponerse en pie usando la espada como bastón.
El bárbaro no pierde tiempo y se abalanza. Con sus escasas fuerzas el espadachín intenta golpear al enemigo para intentar alejarlo, y éste ahuyenta sus golpes con su escudo, mientras camina tranquilamente. De pronto hace un paso rápido y usando su escudo empuja al guerrero de nuevo al suelo. En el último movimiento, el guerrero sufre la perforación de una de esas púas en el pecho. Escupe un poco de sangre mientras cae.
Ahora en el piso sumido a la merced de su enemigo, el guerrero contempla como su contrincante levanta el arma para dar el último golpe. En ese momento agarra su arma y la incrusta en el estomago del bárbaro. La sangre brota descontroladamente y salpica la cara del guerrero y el suelo. Sin embargo el hacha sigue su curso, y cae pesadamente sobre su pecho, doblegando la dureza de su armadura. El cuerpo inerte del enemigo cae al costado del guerrero.
Él contempla el cielo, mira las nubes, escucha unas gotas de lluvia golpear contra el metal. Levanta su brazo y toma su arma; mientras observa el agua caer. Sus ojos se tiñeron de rojo y cada vez le resultaba más difícil ver con claridad. La oscuridad lentamente gana su visión. A sus adentros se dijo: vivo por honor y muero por gloria, el momento ya se acerca, yo lo sé.