lunes, 4 de abril de 2011

Yo estuve ahí

No sé bien que es lo que pasó, todo sucedió muy rápido. Yo estaba ahí solo en la misma mesa de todas las mañanas tomando el mismo trago de siempre: un buen vino tinto. Pero eso sí me acuerdo muy claramente cómo empezó todo.

Pues bien, trata de seguirme, todo sucedió así o al menos eso creo. Imagina esto: Estaba yo sentado en la mesa de la esquina más alejada de la entrada, al fondo, donde siempre estoy. No me gusta cambiar mis hábitos, siento que se distorsiona mi realidad. Bueno, en que estaba… Ah sí, estaba tomando mi vino tranquilamente pensando en mis negocios y sobre todo en aquel sujeto de piedra que se hizo polvo hoy en el mercado, por suerte pude agarrar sus pertenencias a tiempo y conseguir el dinero para tomar mi buen vino. Fue sencillo engañar al mercader diciéndole que sus pertenencias eran una reliquia.

En fin, mientras mi paladar disfrutaba de aquel vino, veo entrar a cuatro sujetos quienes no parecían más que unos simples aventureros de esos que se ven todos los días. Mientras unos charlaban con el tabernero, y otros hablaban de lo sucedido temprano en las calles del mercado y estos sujetos entraron preguntando si sabíamos algo de ese tema. Yo no quise levantar sospechas y fingí no saber nada.

En ese momento uno de los sujetos vestido como un simple ciudadano, se acerca a la mesa de unos soldados que estaban conquistando unas mujerzuelas e intenta hablar con una de las señoritas. Al segundo otro sujeto se acerca al otro soldado preguntándole sobre el incidente del mercado, y molesto por su intromisión, el soldado lo corre de un mal gesto y este se retira. Mientras, el soldado molesto por la intromisión en la charla con su mujer, se levanta bruscamente gritando que se aleje y deje de molestarlo. El segundo soldado hace lo mismo empujando al otro sujeto y amenazándolo con una daga.

De repente entre la confusión y el bullicio se escucha una voz que grita desde la barra insultado a los soldados de vulgares y sucios cazadores de mujerzuelas. Esto, creo yo, es lo que más sulfuró a los soldados quienes desafiaron al atrevido agresor y al descolocado ladrón de mujeres a un duelo a muerte.

Aun sin ser suficiente, los provocadores continuaron sus agresiones y burlas mientras aceptaban el duelo. Todo estaba decidido, ésa tarde dos hombres morirían en una pelea justa mano a mano.

El sol caía acariciando la ladera de la montaña y el cielo se teñía de matices rojizos, que según mi abuelo, era signo de que sangre iba a correr. La gente no sé cómo, pero se enteró y estaban todos reunidos a las afueras del pueblo, listos para deslumbrarse en el combate de aquellos valientes.

Los hombres estaban en su lugar y el terreno estaba listo para que el duelo comience. El primer reto lo realizarían el inapropiado cortejador y el ofendido dueño de la dama. Los dos retadores entran al área de combate. El primero se arrodilla y clava su espadón en el piso, y comienza a rezar, yo pienso que sería por el susto, porque su contrincante solo llevaba un bastón y apenas pisó la arena realizó unos increíbles movimientos con ese simple objeto. Luego el soldado se pone de pie y el otro sujeto se abalanza sobre él realizando un salto increíble y maniobrando con una inimaginable maestría el batón intenta golpearlo pero su contrincante lo bloquea usando su arma y lo mueve unos pies a su costado, bajándolo fácilmente. En ese mismo instante, el soldado balanceó su arma hacia atrás y lo golpeó con fuerza en el pecho rasgando su camisa y sin darme cuenta estaba atacando de nuevo pero esta vez fue un corte más profundo en su pecho, abriéndolo como mantequilla. El sujeto se desplomó rígido sobre el verde pasto esparciendo su sangre sobre el suelo. La multitud enmudeció por un segundo y luego clamaron al ganador, silbando, gritando, y aplaudiendo. Todo el mundo estaba enloquecido y hambriento por ver el segundo combate.

El segundo combate comienza apenas retiran el cuerpo del caído en batalla. Todo el mundo retoma el silencio y están atentos al nuevo espectáculo. El sujeto entra en la arena, y el segundo soldado lo hace también. Ambos contrincantes se ponen en guardia y se miran fijamente. El soldado usaba una espada bastarda y un escudo mientras que el sujeto tenía una espada curva y un escudo. En esos pocos segundos se estudiaron mutuamente esperando la reacción del otro. El soldado se desesperó por actuar y se lanzó a la carga golpeando al sujeto levemente con su arma y este intento arremeter de contragolpe pero resbalo en la todavía fresca sangre de su amigo cayendo al suelo. El soldado era el ganador. Pudo acabar con su vida fácilmente pero no, en cambio decidió hacerle la marca del deshonor en su rostro quitándole un ojo transando una profunda herida recta.

Nadie dijo nada, todos estaban satisfechos por el espectáculo. Aparte, no se puede exaltar al ganador ni abuchear al perdedor porque el hacedor de “la marca” es el castigador más frio y despiadado, según el Código y la Medida de los Caballeros de Solamnia; mientras que el castigado sufre una pena mucho peor que la muerte y es vivir en deshonra.

Todo estaba terminado. La gente se retiró del lugar y yo también. Ese sí que fue un día muy raro. Presenciar las tres muertes más extrañas del pueblo.

Por FeRcHoX

P/D: Fragmento de la última partida jugada el domingo 3 de Abril 2011.