sábado, 18 de mayo de 2013

Tiempo



Intentó aclarar la voz un par de veces, tomó un sorbo de agua y dejó el vaso sobre la mesa. Pero, no. Todavía sentía esa sensación. Una clase de vacío, alguna ausencia tal vez, o simplemente era el sabor amargo que todavía dibujaba su recuerdo. Estaba claro que hubiera preferido más. Más tiempo. Pero todo en esta vida está cronometrado, medido, tasado, pesado, en fin, en mayor o menor medida: cuantificado. El tiempo es el rey de esas mediciones. Es la profunda existencia humana tratando de controlar el algo que lo domina y lo supera. Tratando de maniatar a un dios y decirle de qué lado del  paraíso le corresponde estar, porque el resto ha sido conquistado por el hombre y para el hombre. Así es como se sentía. Dueño de la más pura y profunda impotencia de no poder detener tres agujas que señalan números organizados en un círculo. La manifestación del laberinto perfecto. Y él estaba en su centralidad tratando de imponer su voluntad de ser finito y lastimoso. Sabiendo que no lo lograría y sin decir aquellas palabras que tenía atragantadas desde hace ya muchos años, volvió a mirar al objeto y sintió como la arena del tiempo se le escabullía entre sus dedos, cerró los ojos y soltó de forma continua, por unos segundos un lento suspiro.