A veces me pregunto quién me
acompaña, quien está conmigo en este manicomio, con quien comparto la sala de
estar, los pasillos y el patio de juegos. A veces creo que lo único que nos diferencia
son nuestras ropas. Con o sin bata blanca, con camisa de fuerza o sin ella, de traje
y corbata o con mameluco. Son formas que utilizan para decirnos de cual lado de
la reja estamos. Adentro o afuera. No quiero estar adentro, pero le temo a la
libertada domesticada de los que están afuera. Sin embargo, a veces me pregunto
“¿qué se siente no estar solo?” ¡Ojo! Tampoco quiero estar acompañado, para
sentirme solo entre todos. No quiero ser ni abeja, ni hormiga, ni mono, quiero
ser un hombre que está al lado de hombres. A veces, no sé, me da por
preguntarme. A veces no quiero la respuesta. A veces miro para ver quién me
acompaña, quien está conmigo en este manicomio. A veces cierro los ojos, porque
no soporto ver tanta soledad entre tantos cuerpos. A veces, sólo a veces.