Esta es la historia de un bache de la calle 25 de Mayo de
una ciudad cualquiera en un país cualquiera en donde cualquier lugar tiene su
calle 25 de Mayo. Este bache estaba en su lugar de origen impidiendo el buen transitar todas las mañanas en horario
pico. Le encantaban las tardes de lluvia en donde se sentía divertido y alegre
al ver pasar las jovencitas en sus uniformes impecables y al menor descuido, si
previo aviso, salpicarlas con barro. Reía a carcajadas con su juego. Todos los días
de su vida se divertía molestando a las personas hasta que los encargados del
mantenimiento de las calles decidieron ponerle fin al asunto. Lo taparon con una
gruesa capa de arena y luego el espeso alquitrán. Así, el transito funcionaba
con normalidad y las jovencitas no volverían a ser mojadas; y la calle 25 de
Mayo de una ciudad cualquiera en un país cualquiera en donde cualquier lugar
tiene su calle 25 de Mayo, pasó a ser una calle cualquiera, sin un bache
cualquiera.
jueves, 28 de noviembre de 2013
martes, 15 de octubre de 2013
A veces
A veces me pregunto quién me
acompaña, quien está conmigo en este manicomio, con quien comparto la sala de
estar, los pasillos y el patio de juegos. A veces creo que lo único que nos diferencia
son nuestras ropas. Con o sin bata blanca, con camisa de fuerza o sin ella, de traje
y corbata o con mameluco. Son formas que utilizan para decirnos de cual lado de
la reja estamos. Adentro o afuera. No quiero estar adentro, pero le temo a la
libertada domesticada de los que están afuera. Sin embargo, a veces me pregunto
“¿qué se siente no estar solo?” ¡Ojo! Tampoco quiero estar acompañado, para
sentirme solo entre todos. No quiero ser ni abeja, ni hormiga, ni mono, quiero
ser un hombre que está al lado de hombres. A veces, no sé, me da por
preguntarme. A veces no quiero la respuesta. A veces miro para ver quién me
acompaña, quien está conmigo en este manicomio. A veces cierro los ojos, porque
no soporto ver tanta soledad entre tantos cuerpos. A veces, sólo a veces.
viernes, 30 de agosto de 2013
Musa Rea
No tengo el berretín de ser un bardo,
chamuyador letrao, ni de spamento.
Yo escribo humildemente lo que siento
y pa' escribir mejor, ¡lo hago en lunfardo!...
Yo no le canto al perfumado nardo
ni al constelao azul del firmamento.
Yo busco en el suburbio sentimiento...
¡Pa' cantarle a una flor... le canto al cardo!...
Y porque embroco la emoción que emana
del suburbio tristón, de la bacana,
del tango candombero y cadencioso,
surge a torrentes mi mistonga musa:
¡es que yo tengo un alma rantifusa
bajo esta pinta de bacán lustroso!
¡Sublime!
chamuyador letrao, ni de spamento.
Yo escribo humildemente lo que siento
y pa' escribir mejor, ¡lo hago en lunfardo!...
Yo no le canto al perfumado nardo
ni al constelao azul del firmamento.
Yo busco en el suburbio sentimiento...
¡Pa' cantarle a una flor... le canto al cardo!...
Y porque embroco la emoción que emana
del suburbio tristón, de la bacana,
del tango candombero y cadencioso,
surge a torrentes mi mistonga musa:
¡es que yo tengo un alma rantifusa
bajo esta pinta de bacán lustroso!
¡Sublime!
viernes, 19 de julio de 2013
Fragmentos
Una noche se despertó
con hambre de literatura. Nunca esperó que ese deseo incontrolable, únicamente
comparable con la necesidad que tiene un ahogado de oxigeno o una manta para un
esquimal, le robara la vida. Comenzó por
una novelita corta de Kafka y luego siguió con otros escritores argentinos y
entre mezclando relatos, cuentos, novelas, poesía y nuevamente relatos, o algún
cuento, novela o poesía. No lograba detenerse. Recorría una y otra vez las
ruinas circulares que Borges describía tan hábilmente. Buscaba con más hambre
que nunca las vidas imaginarias, como las de Schwob, descriptas por un temeroso
corazón delator recorriendo caminos salvajes como si siguiese los consejos de
un beatnic. Vivió entrecruzando realidades como le habría ocurrido al idiota
del sonido y la furia, viajando entre Hemingway y Cortázar o tal vez algún post
moderno de la época que aun no lograba comprender con claridad; aunque, lo
lograría muchos años después, como es mencionado repetidamente durante los
entrañables años de soledad durante el viaje al centro de la tierra para
encontrar la semilla. Aquella semilla que no era otra cosa más que un incendio
indecoroso de historias ajenas y saberes y preguntas y respuestas y sensaciones
y sentimientos y generaciones sucumbiendo en locuras. En un pingpong de
realidades, de cristales fragmentados de fotografías veladas y noches blancas o
de insomnio, lo mismo daba. Todo formaba parte de la misma mezcla bizarra, de
esa cocatriz, que le pedía por favor que
apretase el gatillo para fusilar al mundo, para enajenar los retorcidos seres
que ya no serian ahuyentados por espantapájaros visionarios, o por cruzados
como Ivanhoe o un tal Quijote. Todo fue sucediendo, hasta el punto de no poder
ver nada o mejor dicho todo, a través de los ojos de la literatura. Ciego de un
mundo y clarividente en verdades que no merecían ser contadas; aunque hay cosas
que deben ser contadas de este modo, con fragmentos, estando activo en la
lucidez propicia aportada por la inactividad al quedarse dormido y dejando caer
el último libro que leería sin saber su final: una novelita corta de Kafka.
martes, 9 de julio de 2013
Me gusta cuando estudias
“Hay
algo en el extravío de tu mirada de intelectual ansiosa que me atrae, como la heladera
animal del mercadito san Lorenzo, mientras lees un libro de Horacio Gonzales con
interés manifiesto en ese lapicito que cada tanto “tic” subraya una palabra o
encierra un párrafo con una llave y distraídamente se desplaza del papel hacia
tu cuerpo. Primero desenreda un mechón de pelo, después como si quisieras grabar un tatuaje que dijera,
eso espero, te quiero, se dirige hacia tu pecho y se entretiene en una caricia
inconsciente hasta que el intérprete argentino de Sartre se queda
imprevistamente solo. El presidente que solía escucharlo firma ahora mismo un
tratado de paz con Joaquín Morales Sola y tu lápiz dibuja en medio de tus tetas
un corazón que en su centro tiene mi nombre.”
Martin Prieto – Me gusta cuando
estudias (fragmento).
sábado, 18 de mayo de 2013
Tiempo
Intentó
aclarar la voz un par de veces, tomó un sorbo de agua y dejó el vaso sobre la
mesa. Pero, no. Todavía sentía esa sensación. Una clase de vacío, alguna
ausencia tal vez, o simplemente era el sabor amargo que todavía dibujaba su
recuerdo. Estaba claro que hubiera preferido más. Más tiempo. Pero todo en esta
vida está cronometrado, medido, tasado, pesado, en fin, en mayor o menor
medida: cuantificado. El tiempo es el rey de esas mediciones. Es la profunda
existencia humana tratando de controlar el algo que lo domina y lo supera.
Tratando de maniatar a un dios y decirle de qué lado del paraíso le corresponde estar, porque el resto ha
sido conquistado por el hombre y para el hombre. Así es como se sentía. Dueño
de la más pura y profunda impotencia de no poder detener tres agujas que
señalan números organizados en un círculo. La manifestación del laberinto
perfecto. Y él estaba en su centralidad tratando de imponer su voluntad de ser
finito y lastimoso. Sabiendo que no lo lograría y sin decir aquellas palabras
que tenía atragantadas desde hace ya muchos años, volvió a mirar al objeto y sintió
como la arena del tiempo se le escabullía entre sus dedos, cerró los ojos y
soltó de forma continua, por unos segundos un lento suspiro.
domingo, 10 de marzo de 2013
Sobre la Lucidez
La lucidez es un don y es un
castigo. Está todo en la palabra. Lucido viene de Lucifer, el arcángel rebelde,
el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera
estrella, la ultima en apagarse. Lucido viene de Lucifer y Lucifer viene de Lux
y de Fergus que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz. El que trae
la luz que permite la visión interior, el bien y el mal, todo junto; el placer
y el dolor.
La lucidez es dolor y el único placer
que uno puede conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría es el
placer de ser consciente de la propia lucidez. El silencio de la comprensión.
El silencio del mero estar. En esto se van los años, en esto se fue la bella alegría
animal. (A. Pizarnik)
Uno sabe pero se tiene que
olvidar de que sabe. Esa es la manera de convivir con la lucidez. Pero la cosa
se complica cuando uno se da cuenta de que no se puede olvidar. El despertar de
la lucidez puede no suceder nunca, pero cuando llega, sí llega no hay modo de
evitarlo. Y cuando llega, se queda para siempre. Ahí es cuando se percibe el absurdo,
el sin sentido de la vida se percibe también de que no hay metas y no hay
progreso. Se entiende, aunque no se lo quiere aceptar, que la vida nace con la
muerte adosada, que la vida y la muerte no son consecutivas sino que son simultáneas
e inseparables. Sí uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y
rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan
banal que no se puede vivir como una tragedia.
El lúcido puede seguir viviendo
mientras conserve el instinto de la especie. El impulso vital. Es muy posible
que con los años esa fuerza instintiva y oscura se pierda. Es necesario entonces apelar a algo parecido
a la fe. Hay que inventarse un motivo o una
meta, algo que nos permita reemplazar el instinto animal que se ha perdido por
una voluntad fríamente racional. Pero esa voluntad es un motor muy difícil de
mantener. De repente, sin un motivo se va, desaparece. Es entonces cuando se
sigue o no se sigue, se puede o no se puede. Y si no se puede no hay culpa. No
importa el amor de los otros o el amor que uno siente por ellos. Sí uno no
sigue, todo sigue sin uno y todo sigue igual. Todo pasa, la ausencia pasa. Se
conoce la muerte antes de morir. Es un final antiguo, rutinario y común. Es un
final deseado que se espera sin temor porque uno lo ha vivido ya muchas veces.
Todo da igual.
Adolfo Aristarain
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